
Quince "preguntas asesinas" sobre la práctica de construir equipos, White Paper
Fue un experimento social no intencional, pero formidable. Las medidas de aislamiento dirigidas a achatar la curva de difusión del virus COVID-19 -tomadas por el liderazgo político mundial a comienzos de 2020- en un abrir y cerrar de ojos, convirtieron a cientos de miles de grupos de trabajo co-localizados en grupos híbridos o virtuales. Por primera vez, muchos de los jefes formales de esos grupos, se enfrentaron a los desafíos de desempeñar su rol de manera remota. Uno de esos desafíos era el abandono del ejercicio de la dirección del grupo basada en el mando y control y la adopción del liderazgo basado en la conversión del grupo en equipo. Esos flamantes jefes remotos creían que la productividad de las personas depende de la supervisión cara-a-cara y que por lo tanto su grupo operararía con menor eficiencia y eficacia mientras trabajara de manera distribuída, con distancia física entre sus miembros. Tal creencia sigue en pie, como lo demuestran los mandatos RTO, que han hechos reg